Cuatro semanas de confinamiento, es lo que llevamos. Cuatro semanas YA. Si nos hubiesen dicho que íbamos a ser capaces de estar 4 semanas (y más) encerrados dentro de nuestras casas, sin salir apenas, no nos lo creeríamos ¿verdad?

Sin embargo, aquí estamos, y aquí seguiremos mientras dure esto.

Posiblemente hayas tenido todo tipo de pensamientos, sentimientos y reacciones durante estas semanas. Las emociones habrán vivido una especie de montaña rusa y es lo natural.

La privación de libertad es una de las mayores “cargas psicológicas” que podemos vivir, aunque sea dentro de nuestros domicilios.

Porque consideramos la Libertad como algo inherente a la condición humana, porque nunca nos habíamos imaginado poder perderla en esta sociedad actual.

Hemos recibido un shock repentino y debemos aprender a gestionarlo.

Independientemente de que estemos de acuerdo o no con este confinamiento, la sociedad y  el país en el que vivimos o nos encontramos actualmente (sea el que sea) dicta una serie de normas que, por el mero hecho de pertenecer a la misma y para poder preservar la convivencia, debemos estar dispuestos a respetar. Insisto, NO debemos estar de acuerdo con las mismas, dado que nadie nos puede sacar el derecho a disentir.

Pero hay una realidad, ahora nos encontramos en casa, con o sin otros miembros de la familia, pero sí o sí nos encontramos con nosotros mismos.

Quizás hace demasiado tiempo que no estamos con nosotros mismos, por ello nos resulta extraño o difícil.

Quizás nos hayamos tapado y camuflado tanto con lo de afuera, que dejamos de prestarnos la necesaria atención, como si el YO no existiese, solo el nosotros.

Quizás ni siquiera sabíamos que, en el fondo, sólo y siempre nos tenemos a nosotros mismos, aún estando rodeados de otros.

Y ahora, cuando llevamos tantos años de nuestras vidas en “piloto automático” y centrados en lo de ahí fuera, creyéndolo inamovible, esto se desmorona como un castillo de naipes. Ya no hay ahí fuera, al menos no como lo era antes. Las reglas del juego han cambiado.

Sólo hay un ahí adentro, un tú que siempre te ha acompañado y de lo que quizás ni siquiera te has percatado. Una parte de ti, inamovible, siempre atenta, siempre dispuesta a apoyarte y a ayudarte. Una parte siempre dispuesta a escucharte, a consolarte y a perdonarte. Una parte que, a menudo has juzgado como al que más, sin embargo sigue ahí, tendiéndote su mano, tu mano, para que también salgas de esta.

Para que juntos salgáis de esta. Y como, tras la tormenta, tarde o temprano vuelve la calma (sea la que vaya a ser): Para que nunca más en el futuro olvides, que Tú y esa parte de ti sois Uno. Y que, la una sin la otra, no son sino un mero intento de vivir, una farsa, una imitación de la vida.

Por ello, mi única recomendación para este tiempo de confinamiento que nos queda por delante es que, si todavía no te has buscado y/o no te has encontrado contigo mismo durante estas 4 semanas, lo intentes hacer lo antes posible.

Deja de centrarte por una vez en lo de ahí fuera, lo que tenga que ser va a ser, independientemente de que tú hoy, desde tu casa, te preocupes por ello. No dejes que el exterior te siga invadiendo, siga invadieno tu vida y tus emociones. No dejes que penetre e impregne tu hogar. No dejes que te siga nublando la vista a lo realmente importante.

Aprovecha este tiempo para estar contigo de verdad, pregúntate qué has hecho de tu vida hasta este momento y si realmente le satisface al 100% de tu Ser.

Pidete perdón y perdónate por todo aquello que hayas permitido que te cause algún tipo de daño o dolor.

Cuida y mima tu cuerpo y alma y aportale energía sana: alimentación, ejercicio, descanso, emociones positivas y aire (aunque sea a través de una ventana).

¿Te animas a conocerte y a acompañarte más allá de estas cuatro semanas?

Un abrazo y mucho Ánimo.

Ana Vidal